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Los diez libros de ficción del año

HBO, Netflix y Amazon han conseguido que muchas de las ficciones más populares del presente tengan forma de serie. Muchas otras son videojuegos. En ese nuevo panorama, las novelas y los libros de relatos siguen encontrando sus lectores, porque al fin y al cabo vivimos en la época de la historia de la humanidad con mayor índice de alfabetización y de fe en el ocio. Destacamos diez títulos literarios de este año que finaliza, entre ellos una novela gráfica y un disco que dialoga con la poesía medieval y con el arte contemporáneo (y que es el gran fenómeno cultural de 2018).

 

Nota publicada originalmente en The New York Times

 

Trilogía de la guerra. Agustín Fernández Mallo

Hace diez años de la publicación de esa trilogía alienígena que Agustín Fernández Mallo bautizó como su Proyecto Nocilla. Desde entonces solamente publicó otra novela, Limbo, mientras que en su ordenador iba creciendo esta Trilogía de la Guerra que lo ha confirmado como uno de los mejores escritores en español, dueño de un estilo y de un mundo absolutamente propios.

Lo que en su debut narrativo era búsqueda, ahora es encuentro; el fragmento ha dejado lugar a los párrafos que se extienden durante varias páginas y a los capítulos compactos; la mitología pop de finales del siglo XX y principios del XXI ha sido substituida por las guerras y los traumas del siglo pasado. Pero persisten el inconformismo, la metáfora inesperada, la relectura de los maestros (Lorca, Dalí) y la unión de la poesía con la ciencia y la tecnología en estas tres historias entrecruzadas que configuran un mapa transatlántico con tres vértices principales: Nueva York, Montevideo y la Vieja Europa. En el siglo XXI tal vez sólo tengan auténtico sentido las poéticas transnacionales.

 

Prestigio. Rachel Cusk

La tercera parte de la trilogía que Rachel Cusk inició con A contraluz y prosiguió con Tránsito es coherente con las dos consignas de sus precedentes: darle una vuelta de tuerca a la autoficción y escribir en dos niveles simultáneos, el de la historia y el de la reflexión sobre cómo se transmiten las historias. Pero esa coherencia no significa previsibilidad: Prestigio avanza hasta llevarnos a un final contundente e inesperado, profundamente simbólico (en el mar de la última página se funden la poesía y la política de un modo líquido y memorable).

Los viajes de una escritora por los festivales literarios del mundo hubieran sido, en unas manos menos hábiles, el punto de partida para tres convencionales ejercicios de autoficción. Pero Cusk invierte los términos de esa tendencia que ya se ha convertido en subgénero: no se trata de hablar de mí, sino de retratar a los otros. Esos retratos son asombrosos. Los compañeros de vuelo, los periodistas, los editores: todos los personajes secundarios son redondos mientras tienen su turno de palabra, que se alarga por páginas y páginas. Porque la narradora habla muy poco. De hecho, el tiempo de varias entrevistas termina sin que ella haya tenido tiempo de decir palabra. En su fascinante ejercicio de ventriloquía, su voz atraviesa la de sus personajes, quienes con esa doble voz dan testimonio de la soledad globalizada. Paralelamente, la narradora analiza de un modo sencillo los mecanismos de la comunicación, que son los de la literatura.

 

Comedia. Dante Alighieri

Los clásicos reclaman traducciones periódicas. La que ha firmado este año el poeta, traductor y catedrático José María Micó ha sido saludada por la crítica como extraordinaria, histórica. Vertida al español en endecasílabos sueltos, con rimas asonantes no sistemáticas, respetando la sintaxis original, su Comedia fluye como una novela. Una novela fantástica y autoficcional, que tras muchísimos pasos, a través de selvas oscuras y de músicas esféricas, de entrevistas con hundidos y con salvados, de profecías y de alegatos, nos conduce —guiados por Virgilio y por Beatriz— desde el infierno hasta el paraíso pasando por el purgatorio, en busca de las estrellas.

Los prólogos, comentarios, notas y cronologías que explican ese viaje poético podrían configurar un librito perfecto y autónomo sobre la obra maestra de Dante y el resto de su producción. Lejos de ser un incordio, hacen todavía más legible ese libro que Jorge Luis Borges dijo que era el único auténticamente perfecto. También ha hecho un gran trabajo el equipo de la editorial Acantilado, que ha logrado que los 14.233 versos y el material erudito quepan en 940 páginas de papel biblia: una edición al mismo tiempo lujosa y de bolsillo. Una joya.

 

Kentukis. Samanta Schweblin

Desde que fuera formalizada hace casi un siglo por Aldous Huxley y John Dos Passos, la técnica del contrapunto se ha ido convirtiendo en la más utilizada por la novela y por el cine para narrar realidades complejas. Si en el siglo XX se aplicó sobre todo a la ciudad; en el XXI la metrópolis se ha convertido en cosmópolis. Como hemos visto en las novelas de David Mitchell o en la serie Sense8, las historias paralelas permiten crear la ilusión de que la geografía de la ficción abarca la del globo terráqueo. Es lo que hace, precisamente, Samanta Schweblin en su último libro.

Kentukis es una distopía tecnológica que imagina la existencia de unas mascotas artificiales con cámaras en los ojos, una suerte de tamagotchis llamados kentukis, que fuerzan a su propietario a una relación extraña con un desconocido. Porque los muñequitos son controlados por usuarios anónimos, que pueden estar en cualquier lugar del planeta. Con ese juguete Schweblin encuentra el híbrido perfecto entre la mascota animal y la red social, para diseccionar problemas que nos atañen a todos: la dimensión perversa de la red, la epidemia global de soledad, la estúpida inercia que nos lleva a ser parte de cualquier tendencia mayoritaria o la deslocalización de la existencia. Como es habitual en la poética de la escritora argentina, la monstruosidad no está afuera, sino adentro de nosotros.

 

Lo que más me gusta son los monstruos. Emil Ferris

A los 55 años, Emil Ferris debutó con la primera parte de una maravillosa novela gráfica que ha sido multipremiada en los Estados Unidos y que se encuentra en plena difusión internacional. Lo que más me gusta son los monstruos es una obra enteramente dibujada con bolígrafo, cuyas páginas imitan el cuaderno de una niña. Una niña muy especial, que encuentra refugio en el campo semántico de lo monstruoso ante el acoso al que es sometida por otros niños, la enfermedad que sufre su madre o la violencia que se respira en el Chicago de los años 60.

Si el carácter de Karen Reyes ya es por naturaleza inquisitivo, la muerte de una vecina la transformará en una auténtica detective. De ese modo, a la trama escolar, a la familiar y a la urbana se les suma una cuarta dimensión, que explora la memoria de una superviviente de los campos de concentración nazis. El encuentro entre ese imaginario y el de las publicaciones pulp de terror provoca un gran cortocircuito estético, que se inscribe en una serie de choques entre opciones visuales que en principio parecerían excluyentes: el boceto dialoga constantemente con el cómic; lo original, con la copia; el naturalismo, con la caricatura; el horror, finalmente, con la ternura.

 

Ahora me rindo y eso es todo. Álvaro Enrigue

Los indios de las películas del Oeste eran mexicanos. Apachería fue durante muchísimo tiempo una nación legítima entre los Estados Unidos y el México en formación. Y los apaches fueron dignos guerreros hasta el último suspiro. Sobre esas ideas construye Álvaro Enrigue su nueva, ambiciosa y sorprendente novela, que es al mismo tiempo ficción histórica, ensayo y autobiografía familiar. O, en otras palabras, una novela de indios y pistoleros que no se parece a ninguna otra; un ensayo sobre la asimilación y el fin del pueblo apache; y un relato sobre la vida matrimonial de Enrigue con Valeria Luiselli, y sus hijos.

Como todas las novelas excesivas y cervantinas, la del escritor mexicano tiene páginas muy intensas y otras de digresión o de transición en que el interés desciende; pero el conjunto es deslumbrante. En el espectro de onda de Antonio di Benedetto en Zama o de Martín Caparrós en Echevarría, la novela histórica se vuelve en manos de Enrigue virtuosamente autoconsciente. Pero no ha sido ese material el que más me ha interesado, sino el relato de viaje por el sur de Estados Unidos y el modo en que el escritor mexicano habla de sus hijos, con una sensibilidad y con una penetración en el tema de la paternidad como pocas veces he leído en la literatura en nuestra lengua.

 

Lincoln en el bardo. George Saunders

Cuando parecía que el viejo sistema de Walter Benjamin, el montaje a través de citas, ya no podía dar más de sí, el cuentista George Saunders debuta en el género de la novela con una propuesta sorprendente, que demuestra que la estrategia creativa para la literatura del autor de Libro de los pasajes —contemporánea de la de Serguéi Eisenstein para el cine y de la de Aby Warburg para las artes plásticas— mantiene su potencial intacto, a la espera de actualizaciones periódicas y magistrales. Es el caso de Lincoln en el Bardo, una novela poderosa que le valió a George Saunders el premio Man Booker y que ha traducido al español con excelencia Javier Calvo.

La novela interesa y emociona con su sucesión de citas librescas y de supuestos testimonios acerca de la muerte y purgatorio de Willie, de 11 años, uno de los hijos de Abraham Lincoln. Porque las voces de los libros y las de los muertos se alternan en esta novela hipnótica, que recuerda por momentos en su arquitectura de ultratumba Pedro Páramo y que, al igual que la obra maestra de Juan Rulfo, reflexiona poderosamente sobre la paternidad. Pero ya no en clave moderna y, por tanto, patriarcal y distanciada; sino con la emoción y el dolor del padre a flor de piel. Y no obstante enfriada por las descripciones o las opiniones que nos transmiten libros apócrifos y antiguos. Esa perspectiva, al mismo tiempo lejana y cercana, es un auténtico hallazgo.

 

Pelea de gallos. María Fernanda Ampuero

Subasta, Monstruos, Griselda, Nam, Crías, Persianas, Cristo, Pasión, Luto, Ali, Coro, Cloro, Otra: pocas veces he leído un índice de un libro de cuentos que sea tan punzante como el de Pelea de gallos, debut de la escritora María Fernanda Ampuero que ha sido celebrado por el público, la crítica, los colegas y los premios como ningún otro este año.

En esa enumeración de títulos compuestos exclusivamente por una palabra se observa la esfera semántica del volumen: la violencia masculina, el trasfondo religioso, la familia y el hogar como construcciones que dan miedo. Por su formación como cronista, la autora consigue que sus relatos estén siempre adheridos a esa membrana gelatinosa que llamamos realidad. Por su pulso de narradora, los textos son puntualmente poéticos, con fuerza simbólica, tensos, a veces incluso nerviosos.

Junto con Gabriela Alemán (seleccionada por el Bogotá39 de 2007) y Mónica Ojeda (parte de la lista de 2017), Ampuero encabeza la emergencia internacional de la literatura ecuatoriana, que tiene rostro de mujer.

 

Fausto. Johann Wolfgang von Goethe, ilustrado por Miquel Barceló

El más picassiano de los pintores de nuestra época también sigue al maestro en su pulso periódico con clásicos literarios. Si Picasso ilustró a Balzac, a Max Jacob, a Apollinaire y varias decenas más de escritores; Miquel Barceló se ha medido con Dante, en los alucinantes tres volúmenes de la Divina comedia que publicó también la editorial Galaxia Gutenberg, y ahora lo hace con la obra más ambiciosa del Goethe maduro. Su Fausto: la historia de un hombre que vendió su alma al diablo.

Aunque técnica y compositivamente la serie de pinturas recuerda las de la Comedia, los caracoles, los insectos y sobre todo los desnudos bajan de las esferas metafísicas al suelo polvoriento, anclando la interpretación gráfica de Fausto en la modernidad en que fue compuesto. El triángulo narrativo que forman el doctor Fausto, Mefistófeles y Margarita, imprime en los dibujos un dinamismo y una sexualidad impactantes.

 

Rosalía

Entre muchas otras cosas, El mal querer es un libro. Como las exposiciones artísticas, que se transforman en catálogos; o los cómics por entregas, cuyo destino es que sean reunidos en un único volumen; también los discos han encontrado en el gran formato cultural humano un aliado en estos tiempos de Spotify y YouTube. Junto con el cedé, la obra que consolida a Rosalía como una gran artista incluye un librito con las letras de las canciones, auténticos poemas, y con el arte de Filip Custic.

Un libro de ficción inspirado por otro: Flamenca, una novela del siglo XIII. El gran fenómeno cultural de este año, escrito y compuesto en colaboración con El Guincho, que incluye videoclips que podrían exponerse en cualquier museo de arte contemporáneo, o colaboraciones con artistas como el propio Custic, por tanto, incluye un libro. Y se puede leer como una novela de amor tóxico, rabiosamente (aquí sí tiene sentido el advervio) contemporánea. Después del Premio Nobel de Literatura de Bob Dylan, El mal querer nos brinda nuevas pistas para entender esa galaxia de mutaciones necesarias que algunos llamamos literatura expandida.

 

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