Nota publicada originalmente por La Nación
La joven tenía 21 años y se había mudado semanas antes desde Gran Bretaña junto a su amiga Louise. Instalada en Japón, tenía intención de vivir un tiempo en el exterior y juntar algo de dinero. Con ese objetivo en mente, comenzó a trabajar en el bar Casablanca, ubicado en la zona de Roppongi. Su trabajo era de “anfitriona”, lo cual implicaba cierto trato con los clientes dentro del lugar.
En su mayoría, el sitio era frecuentado por hombres adinerados. Antes de la desaparición, Louise recibió el aviso de Lucie de que sea noche saldría con un hombre que había conocido en su trabajo. La mañana siguiente, su amiga no estaba y recibió una llamada en la que un hombre le indicó que Lucie se había unido a una secta y no tenía intención de volver a contactarse con nadie. Asustada y sorprendida por eso, llamó a la familia de la desaparecida en Gran Bretaña.
Inicialmente, el hecho no fue investigado en profundidad por las autoridades japonesas, dado que el trabajo de la joven -y que sea extranjera- llevaron a desestimar la importancia del caso. La situación cambió cuando Tim Blackman, el padre de Lucie, viajó a Japón y aprovechó una visita oficial del primer ministro británico de aquel entonces, Tony Blair, a Tokio. Blackman logró hacerle llegar el caso y el funcionario se lo comunicó a Yoshiro Mori, quien cumplía esa misma función en el territorio nipón.
A partir de que el caso consiguió ese nivel de exposición, se inició un arduo proceso de búsqueda e investigación que encontró a otras víctimas del mismo agresor. Tras dar con ellas, descubrieron que Joji Obara, el responsable del crimen de Lucie Blackman, había drogado y violado a múltiples mujeres extranjeras a lo largo de los años.
Con múltiples propiedades y autos, Obara era un empresario que desarrolló su fortuna como agente inmobiliario. Poco más de tres meses después de la desaparición de la británica, la policía lo detuvo. Al investigar en su propiedad, encontraron múltiples drogas, anotaciones y más de 400 videos con registros de abusos por parte del japonés a mujeres inconscientes. Una de ellas era Carita Ridgway, una australiana que había fallecido en 1992, luego de ser dejada misteriosamente en un hospital en estado terminal tras salir con Obara.
El cadáver de Lucie apareció descuartizado mientras él estaba detenido. Obara admitió haberla drogado para violarla, pero siempre negó ser responsable de la muerte. El juicio por los casos de Carita y Lucie comenzó en julio de 2001.
Años más tarde y tras una serie de procesos de apelación, el acusado fue encontrado culpable y condenado a cadena perpetua. A pesar de la alta exposición del caso, casi no se conocen imágenes del rostro del empresario, quien siempre procuró ocultarse para mantener su anonimato y bajo perfil.
Desaparecida: El caso Lucie Blackman, el documental de Netflix que cuenta con la voz de los protagonistas y un profundo acceso a la investigación, se encuentra en el puesto número cinco de lo más visto del día en la Argentina y en la posición cuatro a nivel mundial.