La medida, anunciada por el Departamento de Transporte de la Ciudad de Nueva York, responde a un esfuerzo por disminuir los accidentes viales y se implementará progresivamente a lo largo de 2025. La clave está en la “Ley de Sammy”, una normativa que otorga a la ciudad mayor control sobre los límites de velocidad en su territorio. Esta ley, impulsada en memoria de Sammy Cohen Eckstein, un adolescente de 13 años que perdió la vida en un accidente de tránsito, busca transformar la seguridad en las calles neoyorquinas.
Calles más seguras, aunque más lentas
El plan contempla la creación de “Zonas Regionales de Velocidad Lenta”, áreas estratégicas donde los vehículos deberán reducir su velocidad considerablemente. La ciudad notificará a las juntas comunitarias sobre las calles afectadas y dará un plazo de 60 días para que los ciudadanos expresen sus opiniones antes de aplicar los cambios definitivos.
Según Ydanis Rodríguez, comisionado del Departamento de Transporte de Nueva York, reducir la velocidad de los autos, aunque sea en unos pocos kilómetros por hora, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. “Esta decisión salvará vidas y protegerá a los neoyorquinos más vulnerables”, afirmó Rodríguez.
Un cambio que divide opiniones
La iniciativa no ha pasado desapercibida. Mientras los defensores de la seguridad vial aplauden la medida, algunos conductores y taxistas ven con preocupación los posibles retrasos y atascos. “Nueva York ya es una ciudad donde el tráfico se mueve lento, ahora será aún peor”, comentó un conductor de Uber en Manhattan.
Sin embargo, los datos respaldan la decisión. Estudios indican que reducir la velocidad de los vehículos disminuye drásticamente la cantidad y gravedad de los accidentes. En ciudades como Londres y París, políticas similares han demostrado ser efectivas para reducir muertes y lesiones en las calles.
Hacia una Nueva York más amigable para peatones
Con esta nueva estrategia, Nueva York sigue el camino de otras metrópolis que han optado por priorizar la seguridad vial y la movilidad sostenible. La gran pregunta es si los neoyorquinos, acostumbrados al frenesí de la ciudad que nunca duerme, podrán adaptarse a este nuevo ritmo.
Por ahora, la gran manzana bajará un poco la velocidad, con la esperanza de que esto haga sus calles más seguras y su tránsito más humano.