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La novela póstuma de García Márquez divide a la crítica

El libro En Agosto nos Vemos ya está en librerías y desde hace meses se cuestiona su lanzamiento, ya que fue concebido cuando el colombiano sufría un deterioro de sus capacidades cognitivas.

Nota publicada originalmente por La Tercera

Expertos y críticos alrededor del mundo opinan, sin unanimidad, sobre el contenido, la forma y el fondo de uno de los acontecimientos literarios del año.


En agosto nos vemos, de Gabriel García Márquez, llegó a las librerías de Chile el miércoles 6 de marzo, el mismo día en que el autor hubiera cumplido 97 años. La discusión en torno a la publicación de la novela póstuma se tomó los meses anteriores al lanzamiento, ya que el ganador del Premio Nobel de Literatura trabajó en esta novela cuando su memoria estaba deteriorándose.

¿Es válido lanzar una pieza póstuma concebida en esas condiciones?

Las opiniones de la crítica están divididas. Por un lado, hay quienes siguen cuestionando la legitimidad de la novela, considerando el contexto en que fue escrita; y por otro, una gran parte de sus lectores festejan la aparición de este nuevo texto y alaban la escritura, independiente del período que representa.

En 1999, el escritor colombiano fue diagnosticado con cáncer linfático, una enfermedad con la que cargó hasta su muerte. Durante 2004, el autor trabajó en su novela Memoria de mis putas tristes, la que publicó ese año; y En agosto nos vemos, texto que quedó inconcluso entre sus archivos en la Universidad de Texas.

En 2012, según declaró su hermano Jaime García, el autor estaba experimentando demencia senil a causa de la quimioterapia. Con esos antecedentes, uno de los primeros en levantar la voz fue el autor británico-estadounidense Salman Rushdie, quien cuestionó la decisión de los hijos de García Márquez de publicar la novela.

Sin embargo, los herederos defienden el lanzamiento del texto, a pesar de que su padre dijo “este libro no sirve, hay que eliminarlo”. “Empezamos a sospechar que, al igual que Gabo perdió la capacidad para escribir, también perdió la capacidad para leer, entonces es posible que haya perdido la capacidad para juzgar el libro”, dijo Rodrigo García.

En cuanto a su contenido, hay quienes celebran En agosto nos vemos, pues esgrimen que es una evidencia más de la gran prosa del Nobel y de su dominio con los personajes y los ambientes. Sin embargo, otros comentan que la edición a cargo de Penguin Random House es pobre para ser una novela póstuma y que esta no será, bajo ninguna circunstancia, el mejor título de Gabriel García Márquez.

Los poco convencidos


En agosto nos vemos sigue la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer de 40 años que va cada 16 de agosto a visitar la tumba de su madre en una isla. Durante cada una de esas visitas, ella se convertirá en una mujer distinta, donde explorará el deseo y la sexualidad en el entorno caribeño.

Nadal Shau, crítico literario de El País, cuestiona, más que la publicación, la edición de la novela. “La versión que legó a su familia es un trabajo a medio pulir (se nota en cada página), aunque acabado. No es una versión final, pero sí una cerrada. En consecuencia, Random House ha optado por darla a conocer sin alentar demasiadas prevenciones: así, la portada y las guardas llaman al público lector masivo, y los paratextos que acompañan a la novela son breves, accesibles, nada académicos ni especializados”, escribe.

“En agosto nos vemos les gustará si se prestan a un último baile con García Márquez sin pedirle lo que no puede dar; o si, más allá del nombre que figura en el lomo, andan a la caza de un relato leve, escrito incluso con cierta frescura, pero que se limita a acariciar sin arraigo (...) Esta no es, en absoluto, la mejor novela que se publicará este mes ni este año. Tampoco la peor, obviamente. Es otra cosa”, agrega.

Nicolás Pernett, historiador y estudioso del archivo de García Márquez, explica que esta situación es moralmente cuestionable, tanto por el tema de la novela, como el tiempo de la misma. “El autor no dio su aprobación a una versión final definitiva, pero esto no quiere decir que en los borradores la novela estuviese terminada; inclusive hay varias versiones de cada capítulo que son ligeramente diferentes, pero nunca sabremos cuál prefería García Márquez. Ese trabajo le quedó a su editor, Cristóbal Pera”, escribe en el medio Semana Colombia.

Admiradores


Orlando Oliveros, editor del Centro Gabo de la Fundación Gabo, comentó a El País: “¿Quién no quisiera leer una historia inédita de Borges o Tolstói, así se tratase de un borrador? ¿Quién no querría leer lo último que intentó escribir García Márquez? Soy partidario de la curiosidad insaciable y de la escena del crimen que es un libro sin pulir”.

Asimismo, agregó en Revista Diners: “Está escrita con el estilo final de García Márquez […] Es una escritura más sobria, aunque rica en descripciones cuando se trata de atuendos y locaciones. El Caribe está presente, como en todos los libros que le precedieron, pero es el Caribe de finales del siglo XX en donde ya se asoman aparatos tecnológicos”

La periodista Patricia Lara, a quien García Márquez leyó por teléfono uno de los fragmentos de En agosto nos vemos, asegura que este libro se gestó antes que Memorias de mis putas tristes: “Él estaba con esa novela (En agosto nos vemos) entre pecho y espalda (...) (La novela) está escrita en una prosa cautivadora y fascinante, como todo lo suyo (...) García Márquez tiene la infinita virtud de que agarra, atrapa al lector inmediatamente. Y en esta, con más razón, al ser una novela corta”.

En tanto, la lingüista y escritora colombiana, Nadia Celis, destaca su “maestría narrativa, esa capacidad de esbozar a un personaje con dos o tres pincelazos y dejarnos con la sensación de que lo expuso en sus grandes fisuras (...) No es necesariamente representativa de sus mayores logros literarios”.

En tanto, Ricardo Baixeras, doctor en humanidades y crítico literario de El Periódico de España, escribe: “Es una ficción que vuelve a mostrar hasta qué punto García Márquez, a pesar del temor de no ser ya el mismo por su pérdida de memoria, seguía dominando el arte de contar historias como centro neurálgico”.

Gonzalo Arango, periodista y estudioso de la obra de García Márquez, destaca cómo el final de la novela se relaciona con Cien años de soledad. “La protagonista de esta novela, Ana Magdalena Bach, también decide desenterrar los huesos de su madre y llevárselos a casa. Es como si García Márquez en su última novela quisiera regresar a esa imagen tan fuerte, tan simbólica, que nos está recordando que cada uno de nosotros carga con sus muertos. Puede que no físicamente, pero sí simbólicamente”, dice en Semana Colombia.

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