Elizabeth Terán | En exclusiva para Ciberadio 

La poeta Sofía Yánez nos ha permitido escuchar su desprendimiento de todo lo mundano. Se acerca más a ese mundo por pocos explorado y es el “Yo” interior. Si nos escucháramos más descubriríamos quiénes somos. Nos bañaríamos en nuestra propia agua y trabajaríamos por un mundo más equilibrado.

La poeta ha tomado su tiempo para escucharse a sí misma, escuchar su pureza e invitarnos a este ritual verso a verso.

Al leer su libro cada verso me llevaba a una especie de nirvana que me invitaba a recorrer sus heridas, su sangre nácar y su lágrimas vivas.

Pero hay otros versos que se transforman en oraciones que invitan a meditar el presente. En verdad, cada uno es íntimo, puro y honesto como es su esencia.

Su valor, su fuerza, su superación del materialismo los lleva consigo en un viaje por aquellos lugares que la bañan de energía, magnetismo; el contacto con la naturaleza de seres de un planeta que se ha encerrado en banalidades y con vacíos permanentes.

Su pasado contrasta con su presente, pero de aquello ella rescata la pureza de un niño que admira, de seguro esa niña viajera que la impulsa desde su interior a escuchar lo verdaderamente valioso. Esto lo he analizado en los siguientes versos: “La Pureza es tener el valor de abrir la puerta Lanfort cada día/ para que un niño de Petate o Callao o Harlem sueñe la orquesta de sonidos de una máquina de imprenta Heidelberg”.

Es tan sensible su libro que nos lleva a reflexionar incluso sobre todo lo que está perdiendo el ser humano por su egoísmo y atacando la pureza de otros seres como son los animales; en especial aquellos que se van extinguiendo en las zonas árticas.

La autora es muy espiritual y es comprensible que así sea porque busca liberarse de todo aquello que la hirió, que le ha tratado de no dejarla crecer. Pero Sofía es rebelde. Tiene como arma su palabra propia, así como, sus motivaciones para superar sus temores.

Es una dicha experimentar una especie de desdoblamiento luego de la lectura y relectura de este libro. Vas a la cama y cada noche meditas una estrofa de una página, ya sea de manera ordenada, aleatoria o como un ejercicio de libromancia.

En mi caso, luego de leerlo experimenté esto último varias noches y al terminar de leer el libro nacieron algunos poemas y reflexiones para vivir y continuar la dicha de escuchar el sonido de la pureza. Es ahí que me he dado cuenta que ella siempre estuvo cantando pero yo ensordecía por mi diario vivir en la coyuntura periodística. Creo que será cada noche mi compromiso de escucharme a mí misma, a mi pureza, como lo ha hecho realidad la poeta y amiga Sofía Yánez.