Francisco y Florencia son los primeros que han llegado a un estacionamiento al aire libre de un centro comercial. Se quedan en el interior del vehículo, sacan un par de latas de cerveza y un plato de nachos con guacamole.
No están esperando para ir de compras, porque las tiendas aún están cerradas.
Están esperando para ver a uno de sus artistas preferidos: D-Nice. Esa noche, el DJ actúa en Miami, Florida, para médicos, personal sanitario y otros equipos de emergencia que están luchando contra el coronavirus. Francisco es bombero y Florencia, enfermera.
“Ya era hora de hacer algo normal, aunque en estas circunstancias no lo es. Es lo más normal que podemos hacer ahora”, explica el hombre resignado.
Son los primeros en acudir a un concierto autoservicio, es decir, un espectáculo como los de siempre, pero con una condición: todos los asistentes deben acudir en su vehículo.
“Es la mejor manera, por ahora, de cumplir con las normas de distanciamiento social”, explica Jimmy Vargas, el impulsor del primer concierto “drive-in” que se organiza en Estados Unidos.
Tuvo la idea de organizar este tipo de eventos para homenajear a “todos los héroes” de la pandemia que han estado luchando al frente de esta batalla.
“Queremos que la gente pueda pasar un poco de tiempo fuera de casa, que estén seguros y manteniendo la distancia social: juntos, pero no revueltos”, bromea el joven empresario.
El estallido de la crisis sanitaria por el coronavirus ha provocado el cambio radical en algunas de las rutinas más cotidianas de la población.
No se puede ir al supermercado si no es con mascarilla, los gimnasios extreman las precauciones para mantener desinfectados los espacios comunes y el futuro de las salas de cine, de teatro y de conciertos es una incertidumbre.
Muchos expertos del sector, como el empresario teatral Miguel Ferro, señalan que la industria del entretenimiento tiene que regresar sin restricciones ya que, de lo contrario, resulta inviable económicamente.
“No puedo hacer una obra de teatro al 25% porque mis gastos son al 100%. No puedo prescindir de uno de los actores o de un personal técnico, porque aquí estas funciones son indispensables”, explicaba.
Vargas, sin embargo, cree que “por el momento, las cosas van a tener que seguir haciéndose así”. “La gente siempre está buscando temas como para poder estar con otra gente, de compartir tiempo, música, de apoyar a otros y, por ahora, es una opción que hay. No es permanente, pero mientras tanto es lo que hay”, afirma. Chris Morales, otra asistente al evento, considera que es una “idea visionaria” porque, según dice, es la alternativa que hay en este sector. “Creo que los que pensaron en hacer esto son muy creativos, aunque lo que me gustaría es bajarme del auto y ponerme a bailar aquí en medio”, afirma entre risas mientras se coloca una máscara de protección. Según un reporte de la agencia de noticias Associated Press, “los conciertos comprenden una parte importante de la multimillonaria industria de eventos en vivo” de los últimos años, aún incluso “cuando las ventas de los discos han declinado”. Esa industria, la de la música, ha caído al vacío y a unos niveles sin precedentes al igual que cientos de festivales, ceremonias y otros espectáculos audiovisuales. Por eso, Vargas está convencido de que este tipo de conciertos al aire libre y en automóviles es la única salida para una industria que, por ahora, está tocada y hundida. “Hoy por hoy no se pueden hacer conciertos multitudinarios por cuestiones de salud, y algunas salas más pequeñas sí que podrían acoger conciertos, pero con menos capacidad. Aunque eso afectaría a la viabilidad económica”, recalcaba el empresario musical. Mientras tanto, Vargas continuará con su plan. Después de Miami visitará otras ciudades de Estados para presentar ese mismo concepto. Si las cosas continúan igual y las restricciones de aforo siguen imponiéndose en los grandes eventos, Vargas está convencido de que la única manera de subsistir va a ser haciendo eso. Si no, confiesa, podría ser “un negocio en peligro de extinción”.